¿Es frecuente el uso de la parapsicología en las investigaciones policiales?
La capacidad de ver lo oculto es algo que ha intrigado al ser humano desde siempre. Así, los antiguos griegos consultaban con frecuencia al oráculo todo tipo de cuestiones concernientes al futuro, y ningún general romano se aventuraba a iniciar una batalla sin que los augures (sacerdotes que practicaban oficialmente la adivinación) le hubieran confirmado que los auspicios eran favorables.
Estas prácticas han llegado hasta nuestros días y es conocido que mandatarios como Adolf Hitler, Ronald Reagan o Jordi Pujol gustaban de tratar sus asuntos con astrólogos y videntes.
En el ámbito de la criminología, en ocasiones, a pesar de los esfuerzos de los responsables policiales, éstos resultan infructuosos y no logran dar con la identidad del asesino, el lugar donde se encuentra el cadáver o cualquier otra cuestión relacionada con la investigación.
En la televisión podemos ver series como “El mentalista” o “Medium” en las que se ficciona sobre las capacidades sensoriales especiales del protagonista que le permiten ayudar a la policía a resolver los casos. Pero ¿esto se produce en la vida real?
El pasado mes de enero saltó a los medios de comunicación la insólita noticia de que un juez de Instrucción de San Vicente (Argentina) ordenó el arresto de varias personas por ser sospechosas de un asesinato en base al testimonio de una vidente de 14 años, que aseguró a la policía, y en dependencias judiciales, que la víctima, el joven de 20 años, Diego Anyer, se le apareció en sueños y le reveló la identidad de sus asesinos.
Finalmente, la pista resultó ser correcta y gracias a ella pudo resolverse el crimen.
También en enero, la CIA estadounidense publicó doce millones de páginas de archivos y documentos desclasificados de entre 1940 y 1990 (consultables en la web
Entre ellos, existen informes sobre el ilusionista israelí Uri Geller (que se hizo famoso en la década de los setenta por doblar cucharas con la mente), que confirman que, con la finalidad de aprovechar la actividad paranormal (los llamados “espías psíquicos”), en el seno del Proyecto “Stargate”, en 1973 se hicieron experimentos para comprobar sus capacidades clarividentes y telepáticas, llegando a la conclusión de que tenía habilidades paranormales.
Asimismo, parece que servicios de inteligencia como el Mossad israelí, el KGB soviético, el MI-5 británico o el CESID español también habrían hecho experimentos similares.
Y es que, aunque la parapsicología no goza del respeto de todo el sector científico, a principios del siglo pasado, empezó a tomarse más en serio, cuando en 1911 la Universidad de Stanford (Estados Unidos) comenzó a realizar experimentos sobre fenómenos paranormales en el “Stanford Research Institute”.
En 1953 se creó la Cátedra de Parapsicología en la Universidad de Utrecht (Holanda) y, desde entonces, disponen de departamentos y/o programas dedicados a esta materia importantes universidades norteamericanas (UCLA, Arizona, Virginia, Cornell, Duke) y europeas (Edimburgo, Londres-Goldsmiths).
En España, Ramos Perera, presidente de la Sociedad Española de Parapsicología, fue designado en 1976 como el primer profesor de Parapsicología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Para confirmar la seriedad de esta disciplina se suele invocar que en 1969 la Parapsychological Association (Asociación de Parapsicología) de Estados Unidos fue reconocida como miembro de pleno derecho de la American Association for the Advancement of Science (Asociación Americana para el Avance de la Ciencia).
Sea como sea, lo cierto es que existen multitud de incidentes documentados sobre personas con capacidades especiales, lo que no ha pasado desapercibido para las autoridades, que a veces requieren sus servicios cuando se agotan las opciones “científicas”.
En efecto, en el ámbito de la investigación policial, la colaboración con personas con capacidades paranormales se ha producido en más de una ocasión.
Algunos ejemplos son el caso del vidente Peter Hurkos, que ayudó en 1961 en la investigación de “El estrangulador de Boston”; o el de la vidente Nella Jones, que colaboró con la policía para intentar atrapar al “destripador de Yorkshire”, que asesinó a trece personas en Inglaterra a finales de los setenta.
También se acudió a videntes en el caso de desapariciones, como la de Milly Dowler en 2002 en Irlanda o la de la niña Madeleine McCann en 2007 en el Algarve (Portugal).
En esta línea, en 2015 se publicó en los medios de comunicación la reforma del código de la policía británica que recomienda no descartar el uso de técnicas esotéricas en la investigación de casos policiales, en especial en los casos de personas desaparecidas.
Pero, ¿realmente podrían tener eficacia ante un tribunal las pruebas obtenidas de esta forma?
Y es que, a la vista de que no es infrecuente el uso de la parapsicología en las investigaciones policiales, cabe preguntarse si las conclusiones que se obtengan por esta vía tienen la suficiente consistencia para convertirse en evidencias que sirvan para condenar a alguien como autor de un crimen.
Desde el punto de vista de las posibilidades de que dispone la policía para realizar sus funciones, habría que entender que deben atender cualquier pista que les ayude a investigar los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables, como dispone el artículo 11-1-g) de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, por lo que, si les merece la credibilidad suficiente, nada impediría que tomen en consideración los testimonios de videntes para tratar de averiguar la verdad de los hechos. A su vez, estas personas estarían cumpliendo su obligación de colaboración con las autoridades policiales establecida en el artículo 4 de dicha ley.
En España se ha usado la parapsicología en la resolución de crímenes
Y, de hecho, en España también se ha hecho uso de la parapsicología para tratar de resolver crímenes. Es famoso el caso del fallecido sacerdote jesuita José María Pilón, que colaboró en muchas investigaciones de la Policía y la Guardia Civil.
También, en el caso de Marta del Castillo, se probó con una vidente recomendada por la Ertzaintza, aunque en esta ocasión no se consiguieron buenos resultados.
Por tanto, la Policía tiene libertad para realizar sus averiguaciones, siempre que no se vulneren derechos de terceros injustificadamente, por lo que podría considerarse una medida de investigación más.
Más problemas surgen respecto a la admisión y validez como prueba en un procedimiento judicial penal, pues las pruebas previstas en la Ley de Enjuiciamiento Criminal son la de confesión de los procesados y personas civilmente responsables (artículos 688 y siguientes), el examen de testigos (artículos 701 y siguientes), el informe pericial (artículos 723 y siguientes), la prueba documental (artículo 726) y la inspección ocular (artículo 727).
Así las cosas, el testimonio que eventualmente pudiera prestar un vidente tendría difícil encaje en la relación prevista legalmente, pues los testigos sólo pueden declarar sobre hechos que hayan presenciado y los informes periciales deben sustentarse en una comprobación técnica, de la que adolecería un fenómeno paranormal que no hubiera sido constatado siguiendo un método científico.
En consecuencia, nada obstaría para que, en el desarrollo de la investigación, las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado tomen en consideración los indicios que consideren convenientes, incluidos las posibles pistas que pudieran proporcionarles videntes; pero en sí mismas no tendrían valor probatorio, por lo que, para poder ser presentadas ante un tribunal y que este pueda admitirlas, sería necesario que dichos indicios hayan conducido a alguna prueba solida.
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