Trump dobla cucharas con la mente

Entre los 12 millones de documentos que acaba de desclasificar la CIA, se ha descubierto que la agencia de inteligencia puso a prueba las capacidades telepáticas de Uri Geller, quien se había hecho famoso en la tele doblando cucharas. El mentalista israelí logró adivinar que un agente estaba dibujando un racimo con 24 uvas a miles de kilómetros, lo que despertó la preocupación de la CIA de que Geller pudiera disparar con la mente una bomba atómica.

Una vez descartada esta posibilidad, la CIA nunca investigó que las mentes de los estadounidenses pudieran disparar la bomba eligiendo a sus presidentes, a los que concede un poder sobrenatural, con una ceremonia con tintes de hechicería, que bien podía acabar con el elegido doblando cucharas.

Para empezar necesitas un rabino, un pastor protestante, un obispo y unas cuantas biblias, todos destinados a que nadie vea lo que en realidad está sucediendo, y parezca la conversión del ungido en un X-Men de la infalibilidad. John Ashcroft, fiscal general del Estado de George W. Bush, y famoso por perder unas elecciones al Senado contra un muerto, juró su cargo poniendo la mano sobre una montaña de ellas, lo que no impidió que negara fondos a la lucha antiterrorista 24 horas antes de que el primer avión se estrellara contra una torre gemela.

Una de las biblias de Donald Trump se la regaló su madre al acabar la primaria en junio 1955. Un año en el que murieron Einstein y Alexander Fleming, pero nacieron Ramoncín y Ana Obregón. También murió Ortega y Gasset, de ahí quizá que sus asesores anunciaran que el discurso de investidura sería “filosófico”. Y en cierto modo recordó a los sofistas, que como dijo Protágoras, “podían convertir en sólidos los argumentos más débiles”, como su capacidad para transferir el poder al pueblo en plan E.T, con un dedo de luz. Pero también al principio de contradicción de Leibniz y Aristóteles, cuando habló de construir túneles el día que te mandan al Chapo Guzmán.

En España, la elección de Trump, ha despertado nuestra capacidad para ver perfectamente los racimos de uva que se pintan a miles de kilómetros, y volver invisibles los nuestros. Porque al parecer nadie como España ha exhibido al mundo su excelencia para elegir gobernantes, especialmente los procesados, o los muros con concertina.

Trump ha venido para hacer América grande de nuevo. Lo sé porque, como se encargó de recordar el presidente, lo pone en una gorra, y todo el mundo sabe que las gorras no mienten. De hecho solo el estricto protocolo de la ceremonia impidió que jurara el cargo sobre la gorra. El problema ahora es que lo cumpla, que en EEUU nunca se sabe si conduce al éxito o al fracaso. Obama, con dos récord de expulsión de inmigrantes y negros tiroteados por la policía, prometió cerrar Guantánamo, y por no hacerlo le dieron el Nobel de la Paz. Para los politólogos, el éxito del 45 presidente de los Estados Unidos solo se produciría si invirtiera el poder plenipotenciario de su mandato en doblar cucharas con la mente.

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